Desde hace poco más de una década en el estado español han surgido diversas asociaciones para defender los derechos de los padres. Son organizaciones consolidadas que basan su acción en el cabildeo, la relación directa con los representantes políticos dirigida a forzar reformas legales en determinado sentido. Normalmente están formadas por hombres heterosexuales de entre 35 y 55 años, aunque también hay algunas mujeres (esto sirve solo para hablar de asociaciones de “padres y madres”, una preocupación por el igualitarismo verbal paradójica, puesto que es el único masculino/femenino que aparece con normalidad en las webs de estas organizaciones). En otros estados surgen antes organizaciones similares, pero aquí tardaron más, pues también tardó la despenalización del adulterio (78) o la ley del divorcio (81). Desde que se promulgaran esas leyes los jueces han tendido a conceder “la guarda y custodia” de las hijas e hijos a la madre, junto a pensiones alimenticias, muy a menudo la antigua residencia familiar, etc.
Ese proceso de separación acompañado de la pérdida de la custodia, imposición de gravosas condiciones económicas, etc. ha sido experimentado por muchos hombres como un profundo agravio. El tener acceso restringido a “sus hijos”, la marcha de lo que había sido “su hogar”, la pérdida de cualquier poder sobre “su ex-mujer” es una experiencia que en muchos casos se vive como una perdida de estatus, una agresión a la masculinidad, a la virilidad. En palabras extraídas de una web del palo, el hombre sometido a ese proceso es una figura patética, despojada de sus derechos y su dignidad, que se aleja con la maleta y lo puesto.
Actualmente se pone en duda que ese sistema de resolver conflictos matrimoniales sea un modelo a seguir. Sin embargo, según afirman diferentes especialistas en psicología, para niñas y niños no supone ningún trauma criarse con uno solo de los progenitores, siempre y cuando atienda su responsabilidad. Los problemas psicológicos de la niña o niño estarían más relacionados con los conflictos entre los ex-cónyuges a los que sus progenitores arrastran con mucha frecuencia. De aquí que la custodia compartida no aporte nada positivo si no es algo pactado entre las dos partes. La resolución pactada de los conflictos se estima en la mayor parte de los casos como la salida ideal, pero no es algo que reivindiquen las asociaciones pro derecho de los padres.
Al contrario, desde hace algunos años las reivindicaciones de las asociaciones de padres separados se centran en la custodia compartida, no solo como un derecho del padre, sino también por algo mucho más elevado, los derechos del “hijo”. A la hora de argumentar esta posición se recurre a argumentos en ocasiones demasiado pintorescos. Se habla con frecuencia de discriminación sexual, algo que así en abstracto es radicalmente cierto, pero que desarrollado se desvela como una inflamada verdad a medias.
Se denuncia la anticonstitucionalidad de determinadas leyes que discriminan positivamente a la mujer llegándose a posturas en las que se victimaza al hombre. Se insiste en esa idea de desigualdad legal que destruiría los derechos del varón. Se habla de atraso y para calificar a la legislación denostada se habla de “propia de países no civilizados”. Se habla también de orfandad cuando no se concede la custodia compartida. Se llega a apelar al orden tradicional de la sociedad, a la “ley natural”, etc.
La violencia de género es un tópico muy importante en la formación de identidad y de consensos ideológicos de estas asociaciones. En primer lugar hay que decir que la mayor parte de estas asociaciones están en contra de la violencia de género, como no podría ser de otro modo. Incluso en algunos casos acuden a manifestaciones o actos públicos contra la violencia de género.
Manifestación por la Custodia Compartida. Color verde, como los lazos que defienden sus reivindicaciones. En muchas manifestaciones hay mujeres, no solo madres del padres separado, siempre cerca de la cabecera.
Esta actitud respecto a la violencia de género anuncia el alineamiento de la inmensa mayoría de estas asociaciones en la denominada “guerra de los sexos”. Buena parte de sus integrantes se sientes directamente discriminados, oprimidos, perseguidos por un estado corrupto derrotado por falsos ídolos.
Lo cierto no tengo ni idea de psicología, pero sí hay en mi cabecita algunas nociones sobre la victimización en personas y colectivos. La victimización de un colectivo oprimido, es decir, un colectivo que puede estar debilitado emocionalmente, puede llevar a minusvalorar los propios recursos y a despreciar las expectativas de futuro. Mientras que la victimización de un colectivo que de hecho es privilegiado justifica la violencia y alimenta el odio contra ese colectivo que se identifica como enemigo y verdugo. Es un proceso psicológico usado secularmente por la propaganda bélica. No hay mejor forma de arremeter contra alguien que pensar que es tu verdugo. Stephen Fisher denuncia el riesgo de esa victimización de los hombres: Los perpetradores de violencia suelen verse muy a menudo como víctimas. En muchos casos la violencia de género también se justifica en una victimización.
En cierta ocasión me vi obligado a escuchar la historia que me relató un diseñador de Barcelona en la que un compañero suyo era acosado por su mujer a su llegada a casa, ella vivía “sin trabajar” ocupándose “únicamente de la casa y sus dos hijos”. “Le echaba montón de cosas en cara”… “un día se le puso a gritar toda histérica y tuvo que pegarle una hostia”. Ese tipo se había “limitado a defenderse”.
Esa rabia movilizada por el sentimiento de acoso que sufren muchos hombres divorciados puede interpretarse de forma casi inevitable dentro de un proceso de pérdida de privilegios. En el contexto de la crisis de la identidad masculina que genera la separación se dan respuestas reaccionarias y agresivas. De ahí que la defensa de derechos de las mujeres se viva como una agresión directa y se demande en muchas ocasiones que aumenten las prestaciones a hombres separados a costa de las prestaciones a mujeres. Se pide la abolición del Instituto de la Mujer –con lo bien que funciona para mantener en vereda al feminismo- y se reivindica en muchos casos la fundación de un Instituto de la Familia. Se piden casas de acogida para hombres maltratados.
La actitud beligerante que mantienen estos grupos es lo que ha llevado que en el mundo anglosajón los hombres pro-feministas los denominen con el término “Angry men’s movement”. En general suelen mantener una imagen pública de respetabilidad, a pesar de sus escarceos con asociaciones ultraconservadoras y cierto gusto por romper con lo “políticamente correcto”, de puro “transgresores” que son ellos. Pero hay algunos grupúsculos fundamentalistas que van más allá de poner en duda la violencia de género para pasar a la acción traspasar los límites de lo simbólico. Esos grupos no esconden su ideología religiosa ultraconservadora, postulan abiertamente la restauración total y la defensa del patriarcado. En el plano ideológico, actúan, según dice Stephen Fisher, como una caricatura pintoresca por radicalizada que hace aparecer a asociaciones con posturas menos explicitas como grupos moderados, cuando en realidad las implicaciones del discurso de esos grupos presuntamente moderados nos llevan sin demasiadas curvas a la negación de la violencia de género.
La existencia de esos grupúsculos de hombres fundamentalistas que acosan a mujeres divorciadas parece que afortunadamente no ha llegado al estado español. Pero sí tenemos alguna imagen muy elocuente de los sentimientos reaccionarios que despiertan las grietas del patriarcado. Ahí abajo le teneis, es John Abbott un angelito que se pasó al negro total y junto a una panda de fundamentalistas fundó Blackshirts. Sí, se llamaban igual que los fascistas italianos: Camisas Negras, y es que les iba el rollito de la uniformidad. Sus acciones se basaban en ir más allá de presionar y amenazar a sus ex-esposas individualmente para pasar a una acción solidaria de violencia colectiva contra cualquier mala mujer que se saliese del sendero del padre. Concentraciones de hasta 300 papás cabreados se plantaban ante la casa de tal o cual mujer con megáfonos y ataviados con sus señas de identidad: la camisa, el pañuelo y gorra de color negro. Pero eso de defender el patrircado con un look tan trendy, tan folklórico, provocó bastante presión social y los jueces frenaron sus acciones. Sin embargo todavía podeis leer sus ideas "pro familia" en la red.
Bonita bandera! De diseño "transtextual", aparecen dos boomerang, en representación del matrimonio, y la Cruz del Sur, constelación que aparece en la bandera australiana.
"EL VARÓN CASTRADO" Libro de José Díaz Herrera, padre divorciado y autor de grandes obras cómo "Mitos del Nacionalismo Vasco". Calificado cómo "el libro más políticamente incorrecto de la temporada", habla de maltrato a hombres, denuncias falsas y un largo etcétera de verdades verdaderas.
APADESHI. "As. Pa. Separados de Sus Hijos". Desde la Argentina con amor. Otra forma de victimizarse: un requiem como música de fondo!