miércoles, 11 de abril de 2007

300: ICONOS PATRIARCALES AL SERIVCIO DEL IMPERIO.

Propaganda de calidad.
Alabar la tal película resulta complicado y vano. Complicado, pues no es más que un panfleto filofascista, con una plástica muy bella, eso si, pero un panfleto. Y vano, pues los amantes del cine de acción lobotomizado ya han ido alabando el film incluso antes de verlo, desde hace meses, cuando la Warner comenzó a echarles trailers por la red.

El ejercito espartano. Una Falanje de manzanas golden enfadadas.


La peli la vi en buena compañía tras establecer un pacto. Como nos olíamos que iba a ser durilla de digerir acordamos que podíamos hablar durante la película para criticarla, comentarla o lo que fuese menester. A ver, es una de esas pelis sobre las que cabe decir que en el cine ganan. Pero nos ahorramos las entradas. Como para pagar propaganda estamos.

Y ahí entrando en el tema nos topamos con un producto de factura exquisita. Al parecer respeta mucho el comic de Frank Miller, 300 (1998), un guionista e ilustrador de comic consolidado cuyo trabajo actual es Holy Terror, Batman!. En esta novela gráfica el murciélago con mallas se enfrenta al antiguo asalariado de la CIA Osama Ben Laden. Con estas credenciales no cuesta creer que Hollywood respete sus historias, una suerte que no disfrutó Allan Moore con su creación V de Vendetta.

Pero la ideología que destilaba el film era realmente aterradora. Desde el primer momento nos dio la impresión de estar viendo un panfleto que destripamos con menos piedad con la que los espartanos de Miller despedazaban bárbaros. Y lo guapo es que no ha sido necesario añadir casi nada al guión propuesto por el tebeo, que ya era propaganda con denominación de origen.

Haciendo amigos: El Choque de Civilizaciones.
El film deja escapar sus esencias más intimas en momentos como en el que el rey persa habla de encuentro de culturas. Es un paso de baile precioso, un juego dialéctico. Habla de encuentro de culturas cuando aparece tratando de ocupar un territorio, así ese tal entendimiento es desactivado a favor de una postura de guerra abierta, la que les mola de verdad a los espartanos, los “neocon griegos”. Se trata de una película magistralmente orientada hacia la exaltación de la guerra de occidente contra esa sucia y borrosa imagen del bárbaro oriental, moro, brutal y vete tu a saber qué cosas más! Está cargadita de ideas colonialistas. No es difícil, pues desde el siglo XIX se ha interpretado la hazaña de los 300 espartanos en las Termópilas como un hito histórico de la secular guerra de occidente contra oriente. Un tema muy interesante para los burgueses europeos allá en la época en que medraban los imperios coloniales europeos por el continente asiático. Según me decía mi profesora de griego, neoconservadora avant la lettre, “los 300 frenaron oriente y gracias a ellos las mujeres europeas no llevan velo”. Claro, la pobre había nacido tras la revolución industrial y no tenía memoria para recordar que hasta la generación de su abuela las mujeres de la mayoría de pueblos de Europa cubrían su pelo con pañuelos, toquillas, pintorescas cofias germanas, etc.

Si no habéis visto la peli leer esto tiene sentido solo a medias. Pero bueno solo diré del argumento que es una reinterpretación USAmericana de la batalla de las Termopilas. En la tal batalla un contingente de algo más de 2.000 griegos frenó temporalmente el avance de un ejército de quizá 200.000 soldados persas. Ya entonces los griegos se regodearon en la propaganda y exaltaron a los 300 fieros espartanos, los mejores combatientes del contingente, en torno a los cuales se construiría la epopeya en la que habrían frenado a varios millones de soldados persas.

Que levante la mano quien sea de una raza superior.
300 sin embargo no puede interpretarse en relación a la historia pasada, si no quizá mas a la “futura”. Es toda ella un panfleto imperialista en la que se hace un retrato de oriente cargándolo de tópicos racistas y reaccionarias visiones del mal y la perversión. Es profundamente racista. La mayoría de los persas responden a la imagen de “moro”, con tez oscura, pelo rizado, barba –mal afeitada para más inri-. Incluso en algunas escenas visten ropas propias de guerreros musulmanes del medioevo. Los guerreros espartanos sin embargo son arios, o caucásicos, o blanquitos anglosajones, mucho rubio y muchos ojos azules vamos. Un detalle supremacista que incluso Miller evitaba en su comic, en el que los espartanos son dibujados como los kuroi, las esculturas masculinas de la Grecia arcaica: tienen unos preciosos ojos almendrados y recogen su pelo ensortijado en largas rastitas. Lo retorcido del racismo hollywoodiense llega al punto de que un traidor que opera dentro de la ciudad de Esparta es un latino con la nariz aguileña… miedo da pensar que sea una imagen buscada de “enemigo interior”.

Este racismo que pinta al oriental como ser inferior tiene unas implicaciones colonialistas claras: pretende hacer moralmente sostenible la guerra y la opresión contra oriente. Los pinta como bárbaros, frente a una imagen de los espartanos que, si bien exacerba el belicismo de Esparta, dulcifica la vida politica y “conyugal” de los espartanos. Sí, las mujeres espartanas en la película son mujeres libres, o eso se empeñan en repetir constantemente para que no nos moleste ver siempre a las mujeres en su casa o junto a su hijo. Por el contrario se incluyen comentarios sobre el sometimiento de las mujeres orientales, que entroncan con el argumento colonialista de bombardear países orientales para liberar a sus mujeres. Este tópico colonialista lo vemos a diario en la tele, lo vimos en la invasión de Afganistán, pero es más viejo que la tana. Es, otra vez, en el siglo XIX cuando se generan imágenes de la mujer cautiva en el harén dominada por un déspota entregado a todo tipo de perversiones e incluso afeminado.

Hollywood no quiere homosexuales.
La Warner no podía renunciar, claro, a la homofobia. El rey persa Jerjes, interpretado por un tal Rodrigo Santoro, además de ser más malo que la tiña esta hecho una loca a la que resulta difícil no acabar teniendo simpatía. Y es que termina siendo un verdadero Drag Queen. Tiene un trono que es una carroza carnavalera llena de dorados. Muy camp todo. Y va todo él perforado por mil aritos de oro. Agh! Hay un momento estelar, una escena en la que Jerjes trata de comprar al bravucón rey Leónidas, estratega espartano. Leonidas se lo está pensando cuando Jerjes se le acerca por la espalda y le habla con voz dulce. Tras revolotear un instante, las enormes manos del persa se posan dulcemente en los hombros del yankee, digo del espartano, y con voz dulce trata de seducirlo. Pero Leonidas, atemorizado porque el persa además de corromperlo políticamente lo “corrompa moralmente” y le introduzca en el mundo de los placeres anales, se zafa del malo haciendo valer su aplomo viril. La escena es muy así: ridícula. ¿¡Acaso un persa podría enseñar a un varón griego algo sobre el sexo entre hombres!?



El Rey Jerjes (Rodrigo Santoro) trata de convencer al Rey Leonidas (Gerard Butler) de que se rinda (a sus encantos).

Las mujeres como en muchos casos se llevan ración doble: para ilustrar la corrupción moral del persa aparecen varias lesbianas disfrutando de sus cuerpos en la “jaima” que hace funciones de corte. Claro, que para evitar que más de una o uno se haga persa al ver la movidilla les desfiguran la cara con horrendas cicatrices. Pero no acaban de conseguir que nos apartemos del mal camino. Esta es otra de esas escenas ridículas en las que hechas de menos ser un poco fascista para poder entenderla en el sentido en que ha sido creada. En realidad si durante el visionado percibes todos esos mensajes que pretenden construir un “enemigo total” te dan ganas de hacerte persa de puro miedo que da la película. En la red hay más de uno a quien le ha parecido verdadera propaganda hitleriana.

Los soldados como apoteosis de la masculinidad.
Para hablar de los lustrosos soldados espartanos citaré el texto Masculinidad y Violencia, de Cristina Alsina y Laura Borràs. En una parte del texto hablan de las nuevas masculinidades que proponen algunos veteranos del Vietnam en los 70 frente a “la imagen normativizadora que tenía expresión el la integridad corpórea del soldado entrenado en un sistema violento, misógino y masculinista. La doctrina militar enseñaba a los reclutas a entender su cuerpo, capaz de matar y mutilar a otros cuerpos, como un vehículo de potencia masculina y de heroicidad. La identidad de género de los soldados era difícilmente disociable de su capacidad de acarrear muerte y desolación. Sexualidad y violencia (falo y rifle) se encontraban unidas por un vínculo metafórico insalvable. El recluta aprendía, durante la instrucción, a encarnar su identidad en un cuerpo impenetrable indestructible y total cuya arma más mortífera era su falo.” En la película todo esto se muestra hasta la saciedad con imágenes casi poéticas. Los torsos de los espartanos son tersos como la fruta fresca y apenas en ningún momento sufren ningún rasguño, cuando sufren heridas estas son mortales, no hay heridos. En dirección contraria, los bárbaros persas, muchos de ellos con los cuerpos perforados con aros y pendientes, mueren bajo las espadas espartanas siendo mutilados de las más diversas formas. Las escenas se ralentizan y las espadas hacen saltar miembros mutilados por los aires, las espadas se mueven entonces lentamente, como varitas mágicas, que hacen estallar la unidad de los cuerpos de los soldados enemigos. ¡¿Y qué decir de la metáfora arma-falo?! Como en el comic, en la peli las lanzas espartanas penetran y atraviesan cuerpos persas… el encuadre enfoca el vacío en el que irrumpen puntas de lanza al traspasar los cuerpos. El movimiento del arma culmina con una parada en seco que lanza por los aires chorritos de sangre: delicadas eyaculaciones de sangre expulsadas a la densa atmósfera del film.



Pero los soldados espartanos tienen oportunidad de ser también penetrados por las armas de sus enemigos. En el mismo texto citado aparece una referencia a un tal Michael Bibby para quien “el cuerpo del soldado herido se feminiza apuesto que su unidad se ve penetrada por balas y fragmentos de granada. […] la fragmentación del cuerpo, la mutilación y la perpetración de orificios desafían los límites de la cohesión corpórea del soldado. Éste pasa de ser el penetrador fálico de incuestionable unidad a ser el cuerpo penetrado y castrado, invirtiendo así uno de los émbolos culturales de masculinidad más anclados en el imaginario de los EEUU.” Y en la escena en que los super machos espartanos se sacrifican como buenos héroes asistimos a la manida representación del hombre apuñalado: los espartanos mueren penetrados por las espadas y flechas persas… su gesto se dulcifica, primero les abandona el macho que llevan dentro y solo después caen muertos. En un momento un espartano resiste una lanzada y saca los restos de su virilidad para continuar asestando golpes, pero otro persa le hinca la espada en el vientre y de nuevo: la virilidad abandona su rostro y después la vida abandona su cuerpo.


La verdad es que la peli podría acabar ahí. Con todos los espartanos muertos, acribillados por cientos de flechas de diseño “étnico”. Pero los héroes mueren para ser imitados. Son los que abren el camino de la guerra. Al final aparece el inicio de una gran batalla a la que nos conceden la gracia de no asistir, aunque anuncian que la victoria está cantada. Da miedo pensar que en realidad esa batalla esté por librar y los persas no sean persas, que sean iraníes.



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